Bienvenidos a Huehue |
Sí, esta semana hemos decidido hacer honor al
nombre de este Blog y descansar por una vez de nuestros clásicos rallies en chicken bus (aunque no de los mircrobuses –de alguna forma o de
otra, nunca acabamos de librarnos de las latas de sardinas y las curvas
interminables; me río yo de la maldición de la Perla Negra-). Al final, no ha
resultado tan traumático, ¿no?
Durante la semana, compaginamos el trabajo
ordinario en la DEMI con alguna que otra actividad para rellenar nuestra
apretada agenda política: la inauguración en Huehue de una oficina de atención legal
gratuita a la víctima del Instituto de la Defensa Pública Penal (sí, ofrecieron
“refa”) y un conversatorio sobre la participación política de la mujer indígena
a cargo de Lola en San Pedro Soloma. Fue precisamente esto último lo que nos
obligó a lanzarnos a la carreta de nuevo durante un trayecto de, nada más y
nada menos, tres horas de ida y tres horas de vuelta hasta dicho municipio.
Bastante duro. A las 5:00 am (hora totalmente intempestiva en cualquier otro
país del mundo) ya estábamos en pie. Entonces, llegó la desoladora noticia de
manos de Lola: por motivos de seguridad, nada de carro. Así que, una hora más
tarde, aguantábamos la respiración en el microbús más pestilente de todos los
pestilentes microbuses que hayamos tenido el placer de agarrar hasta la fecha.
Obviamente, Palo se mareó, aunque esta vez antes incluso de ponernos en marcha.
Sólo quedaban tres horas de curvas.
Después de constatar la absoluta
imposibilidad de dormir en esa montaña rusa rodante, en la que cada intento de
cerrar los ojos suponía un cabezazo contra la ventana, me dediqué a observar el
paisaje. Era nuestra primera incursión en los Cuchumatanes y las vistas desde
esa sinuosa carretera entre montañas no tenían desperdicio. Palo, aguantando
aún la respiración, no opinaba lo mismo. Al principio, los frondosos bosques a
los que estamos más acostumbradas abrieron paso a un campo salpicado de unas
puntiagudas y rojísimas flores que parecían llamas de una hoguera. Pasamos cerca
de sencillas casitas que recordaban a las viviendas que las usuarias de la DEMI
nos describen en las entrevistas. En el borde de la carretera esperaban,
siempre ataviados con su vestimenta típica, mujeres y hombres indígenas a
alguna camioneta que les llevara a sus destinos. En algún punto del camino
divisé un camión de Sam Adams que irremediablemente me arrancó una sonrisa (Samuel
Adams es la compañía cervecera más famosa de Boston). ¿Cómo llegó hasta allá? No
se pierdan el próximo episodio de Cuarto Milenio. Más tarde, conforme
ascendimos, el paisaje se fue tornando más y más rocoso y fueron emergiendo
espesos bosques bajo un cielo cada vez más azul. A un lado del microbús,
paredes de piedra; al otro, un auténtico océano de cimas redondas.
Cuando, por fin, desembarcamos en San Pedro
Soloma, nos dejamos invitar a un delicioso y abundante desayuno típico y
procedimos a acompañar a Lola a su conversatorio, el cual se llevó a cabo parcialmente
en q’anjob’al (no, del q’anjob’al aún no hablamos ni papa).
De regreso en Huehue, la noche del viernes
nos deparaba un alegre jolgorio junto a las niñas de Ixmucané; el día anterior
había sido el veintidós cumpleaños de Rosina y, como si de una boda gitana se
tratase, toda celebración era poca. Una, dos, tres y las veces que hiciera
falta nos propusimos celebrar tal señalada fecha por todo lo alto. Tampoco teníamos
nada mejor que hacer. La noche del jueves ya había soplado las velas tras una
cena en D’ Carlo, pero es que las que sopló el viernes las aguantaba otro de
esos deliciosos pasteles caseros de Celia. ¿Cómo resistirse? Pero, antes de
disfrutar de tal manjar divino, las niñas sometieron a Rosina a nueve
divertidas pruebas con las que demostró, entre otros, sus dotes bailarinas
sobre una silla y su repertorio básico de palabras mayas y chapinas. Después
del pastel (en realidad, los pasteles, pues se prepararon tres), tocaba mover
el esqueleto, así que las niñas no dudaron en tomarnos de las manos y enseñarnos
desde la bachata hasta los temas más sofisticados de Daddy Yankee. Cuando les
llegó la hora de irse a la cama, a nosotros nos llegó la del chinchón. Bendita sea
la suerte del principiante, que me propició unas ganancias considerables en mi
noche de estreno en el juego. Al término de la partida, un problema logístico (Don
Eliseo se encuentra en paradero desconocido; si alguien llega a tener noticia
del mismo, que se ponga en contacto con nosotras ASAP) nos obligó a pernoctar
en casa de Celia, que muy amablemente no dudó en darnos cobijo.
A la mañana siguiente, la palangana de su pickup nos dejó en La Chacra para una
deliciosa siesta del tigre mientras los reusencs cumplían en el mercado con sus
tareas de voluntarios. Después, habíamos planeado subir hasta el famoso mirador
de Huehue, o eso hicimos creer a una Rosina que ya no daba abasto con tanta
sorpresa de cumpleaños (olvidé mencionar que el viernes por la noche aparecieron
en Ixmucané, sin que ella lo supiera, su madrina y su prima; ¡vaya sorpresón!).
Pero aún faltaba la que corría a cargo de los amigos huehuetecos: una divertida
carnada en la que incluso nos atrevimos a preparar litros y litros de sangría
en una olla del tamaño de una catedral. La tarde transcurrió alegremente entre
cervezas y Jack Daniel’s hasta que, casi sin darnos cuenta, se nos hizo de noche.
Y poco más podemos contar, de momento, sobre
la vida en estos parajes. Me gustaría concluir la entrada de hoy informando al
lector de que, en contra de toda expectativa, muy valientemente hemos decidido
participar el jueves, junto con Manué, Rosina y su prima Kedila, en la maratón
que se organiza en Huehue para celebrar el primer aniversario del Tribunal de
Femicidio. ¿Conseguiremos alcanzar la meta? Señoras y señores, hagan sus
apuestas.
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