Por
unanimidad absoluta, Asufre fue
escogido, a horas algo intempestivas de la noche, como el título que habría de
introducir esta publicación sobre nuestra breve estancia en Quetzaltenango,
comúnmente conocida como Xela. ¿El motivo de tal exótica elección? Será
revelado más adelante. Antes, procede actualizar al personal sobre los últimos
días de curro en Huehue.
A
grandes rasgos, el final de la semana transcurrió de forma perfectamente
ordinaria, ocupadas entre llamadas, expedientes y el comienzo de una
investigación bastante Erin-Brockovichiana.
Pero sí tuvo lugar un suceso de merecida mención. ¡Por fin tuvimos el placer de
comer en el famoso Pollo Campero! Sí, pero no me refería a eso, sino a nuestra
pequeña experiencia en las Fiestas Julias de Huehue, que han dejado la ciudad
patas arriba estos días. Y es que no sabíamos lo que nos esperaba al
ocurrírsenos acompañar a Lola a una feria de comida que se organizó en el
Parque Central el viernes. Una multitud totalmente digna de un concierto de los
Stones se apretujaba entre decenas de puestos de todo tipo de platillos típicos
procedentes de las comunidades y los pueblos de los alrededores, tratando de
comer y avanzar a través de la masa humana al mismo tiempo, envuelta en
humaredas que brotaban de aquí y allá y aliñada con un auténtico festival de
olores. El calor era sofocante. Montañas de maníes, enormes ollas de caldo
acechadas por moscas hambrientas, distintas carnes asándose a la brasa, mazorcas
de maíz humeantes, algún tamal que otro, variadísimas frutas y verduras,
helados prácticamente derretidos…, y bolsas y bolsas de plástico en las que
vendían hasta el agua. Si no fuera porque Palo sobresale aproximadamente unas
tres cabezas sobre los locales más altos, creo que aún estaría buscándola entre
el gentío. Pero la historia no acaba aquí. Lo memorable del asunto es que, de
un momento para otro, la susodicha empezó a cambiar de color… La cara se le
volvió de un verde blanquecino, ante lo que declaró que estaba a punto de
desmayarse. Crisis total.
Pero
que nadie se alarme. Palo sobrevivió, y antes de las seis de la mañana del día
siguiente estábamos disfrutando [insértese ironía aquí] de nuestra primera
experiencia en chicken bus. Para
quien no esté al tanto del medio de transporte más utilizado del país, se trata
de antiguos y destartalados autobuses de instituto americano, tuneados en mayor
o menor medida, que recorren Guatemala de norte a sur y de este a oeste
transportando a todos los insensatos que, por unos pocos quetzales, se atreven
a arriesgar su vida en cada curva. Sí, fans de la fórmula 1, éste es vuestro
nuevo deporte favorito. ¡Ah! Me olvidaba de mencionar que también suelen viajar
triplicando su capacidad. Todo por el confort del viajero. Y así fue como
salvamos la distancia entre Huehue y Xela en poco más de dos horas, mientras
nos amenizaban lo último de Dj Coco (“el creador de los boleritos mix en
vidéo”) y los continuos “¡Xela-Xela-Xela-Xela!” a posibles interesados en el
trayecto.
Una
vez allá y reunidos con los demás, que nos pusieron rápidamente al corriente de
las últimas novedades en sus vidas en tierra chapina, pusimos rumbo a las
turísticas Fuentes Georginas como si de una nueva secuela de “A Todo Gas” se
tratase. Montaña arriba, curva tras curva, el conductor de la minivan nos
demostró que la conducción temeraria es lo que se lleva por acá. También
sobrevivimos, y poco rato después tratábamos de resistir más de dos segundos
seguidos sumergidos en las ardientes aguas volcánicas de las Fuentes Georginas.
Al final, nos acabamos acostumbrando, aunque después del pertinente book fotográfico, tanto asufre sobre nuestra piel nos terminó
por agobiar, no sin antes dejarnos algo k.o.
entre ese humo místico (así lo describió Víctor) que emanaba de las
piscinas. Sí, aquí es donde entra en juego el famoso asufre, un tufillo volcánico que habría de acompañarnos a todas
partes hasta el domingo por la mañana. La explicación, más adelante. Después,
se nos ocurrió adentrarnos a investigar en aquel paraje selvático invadido por
una espesísima niebla (nuestras fotos al más puro estilo explorador intrépido
serán la envidia de la familia Hilfiger), lo que nos ocasionó a las chicas un
extraño cansancio sobrehumano que llevó a Robert a plantearse nuestra idoneidad
para escalar un volcán el fin de semana que viene. Pero con las lenguas fuera y
al borde del infarto, volvimos a sobrevivir.
Tocaba
reponer fuerzas en Don Rodrigo. Así hicimos, para después atrincherarnos en Los
Chocoyos a salvo de una lluvia monzónica que duró el resto de la tarde.
Mientras unos dormían la siesta, otros nos apalancábamos en el sofá acompañados
de la adorable gatita Pluma. Luego, entre cabezadas, tratábamos de identificar
la canción que se reproducía una y otra vez en la clase de baile que estaba
teniendo lugar a nuestro lado. Broken-Hearted
Girl, de Beyoncé, ñoñería musical a la que todos hemos acabado viciados (Broken-Hearted Girl, Beyoncé).
Entre deliciosos bagels con chocolate
y aplausos a los niños de la clase de baile, de los que nos convertimos en
auténticos fans, se nos hizo de noche. El momento crítico de la tarde llegó
cuando un malhumorado Víctor, recién levantado de la siesta, nos comunicó que
no había agua para ducharse. Al parecer, la bomba se había descompuesto y no se
volvería a componer hasta el día siguiente (no, tampoco lo entendimos). Y así
fue como el asufre permaneció entre
nosotros durante un buen número de horas más.
Y con
el ya clásico tufillo a asufre incrustado
en la piel, salimos a cenar. Nos dimos a la bebida y al juego en un par de
bares en los que Gabi ya conocía a todo el personal. Enzarzados en una intensa
partida de “Culo”, Palo y Robert se intercambiaban la presidencia mientras
María trataba desesperadamente de salir de su condición de “culo” mediante
cualquier vil artimaña. A mí, personalmente, se me dio fatal la noche. En el
póquer posterior, fui desplumada con facilidad por una Palo en racha, que se
forró a nuestra costa. Me siguió Robert. Después de Gabi y de María, Víctor y
Palo pusieron fin a la timba de forma amistosa y equitativa. Habrá venganza,
preparad vuestros quetzales.
A
punto estábamos de abandonar el local, ya cerrado desde hacía rato (los
contactos de Gabi nos habían permitido permanecer en el interior, tomando
tranquilamente), cuando se generó tras las persianas bajadas un violento
“pleito” entre travestis, lo cual nos obligó a permanecer en silencio durante
un buen rato ante la inminente llegada de la policía. Después de escuchar unos
cuantos gritos y empujones, salimos disimuladamente por la puerta de atrás de
vuelta a Los Chocoyos. Bienvenidos a la noche guatemalteca.
Y,
tras un buen rato arreglando el mundo apretujados en la habitación-cabaña de
María y de inventar unos cuantos nuevos vocablos (“me la torla” ha pasado a
sustituir a “me la torra”), apestando aún a asufre,
caímos rendidos.
Esta
mañana, había vuelto el agua, pero se había ido la luz, lo cual está empezando
a convertirse en costumbre últimamente. Hemos desayunado como campeones después
de las anheladas duchas, aunque los nombres de los platos en la carta nos han
jugado alguna que otra pasada. Tras el abundante desayuno, hemos salido a
estirar las piernas un rato alrededor del Parque Central, entre perros con rastas
y algún individuo pasando la “goma” sobre la acera. Típica estampa de domingo.
Otro
infernal chicken bus y ya estamos de
vuelta en Huehue después de un divertido fin de semana apestando a asufre. Sólo se me ocurre una cosa: “son
risas”.
P.D.:
en Huehue, es Internet lo que no funciona, por lo que tendremos que actualizar
nuestras memorias con un día de retraso. Si hemos sobrevivido al asufre sin ducharnos, seguro que también
podemos sobrevivir una noche sin Internet.
P.D.
2: dos días de retraso. Acá las reparaciones se las toman con la calma más
absoluta. La supervivencia ha sido dura. Cambio y corto.
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