Sin
ser del todo conscientes, después de 8 horas y media Madrid-Miami, 4 horas de espera, 3 horas más
de retraso, y casi 3 horas Miami-Ciudad de Guatemala… ¡estamos aquí!. Y es que
resulta que la aventura guatemalteca empezó con un “problema técnico” en Miami que no pudo solucionar el “prosedimiento” llevado a cabo por los
técnicos americanos. Resultado: 2 horas en un avión paradas dando cabezaditas y cambio
de avión. Tengo que reconocer que no me importó demasiado cuando descubrimos
delante de la nueva puerta de embarque un restaurante en el que pude tomar una cheeseburger con bacon, lechuga y tomate (¡volvíamos a estar en América!).
Con semejante manjar entre manos y pisando suelo americano, no pudimos evitar
recordar lo mucho que echamos de menos Estados Unidos, y nos sumergimos en
nuestro típico momento “melan”, que pasó rápido y no fue demasiado traumático al
pensar en lo que nos estaba esperando a escasas horas de viaje.
En
Antigua nos reunimos con Rosa, Gabi, María, Robert y Víctor y pasamos un par de
días muy buenos en lo que parecía Guatemala (el diluvio repentino de la tarde
del sábado nos indicaba que, efectivamente, habíamos llegado). Antigua estaba llena de gente, mucho ambiente en sus calles durante el día y muchas ganas de pasarla bien por la noche, pero al poco
rato de haber salido de la ciudad nos dimos cuenta de que Guatemala no era eso,
que Guatemala tiene otra cara bien diferente, y que esa otra cara era nuestro
verdadero destino los próximos meses. Eso sí, si algo tienen en común esas dos Guatemalas
es su color. La mezcla de rojo, amarillo, naranja y todos sus derivados hicieron
que quedara completamente enamorada de Antigua, y el verde, color predominante
en nuestras 5 horas de camino a Huehue, hizo que el largo trayecto se hiciera mucho
más fácil. Las casitas al borde de la carretera y los pequeños mercados de
domingo, presentes a lo largo de casi todo el recorrido, estaban rodeados de
paisajes realmente increíbles dignos de una postal de esas que te ponen los
pelos de punta.
Después
de varias horas de viaje y de muchas (repito, muchas) curvas, llegamos a Cuatro
Caminos, donde cada uno de nosotros tomó un rumbo diferente: María y Gabi a
Xela, Robert y Víctor a Santa María de Chiquimula, y Rosa, Julia y yo a Huehue. Y bueno, aquí estamos, tiradas en las camas de nuestra gran suite de La Chacra
de Joel, un hotelito entrañable a 15 minutos del centro, a punto de irnos a dormir
y con unas ganas inmensas de que sea mañana y de ver qué nos depara nuestro
paso por la DEMI (para los no enterados, la Defensoría de la Mujer Indígena).
Las primeras impresiones han sido realmente buenas y nuestra facilidad para meter la pata con expresiones que aquí no están muy bien vistas va disminuyendo cada día... Creo que Guatemala tiene mucho que enseñarnos. Esperemos que la euforia continúe y que la desolación, si tiene que llegar, se vaya lo antes posible.
¡Saludos
desde una Guatemala aún por descubrir!
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