lunes, 19 de agosto de 2013

Aire puro y buena compañía

Hacienda San Antonio, Nebaj



¿Sabéis esa extraña sensación de que os duelen partes del cuerpo de las que no teníais constancia hasta el momento? 

Pues así estamos en Huehuetenango, ya que al fin decidimos sacarle partido a las canchas de tenis del estadio de al lado de la Chacra y nos dirigimos a pelotear un rato después de muchos años sin agarrar una raqueta. En un intento del entrenador de satisfacer tanto nuestros intereses como los de las niñas que tenían clase justo al mismo tiempo que nuestra reserva, calentamos un rato haciendo la típica rueda de 4 o 5 golpes cada una y ya en ese momento nos dimos cuenta de que no somos lo que éramos, y que nuestros años como futuras sucesoras de las gemelas Williams habían llegado a su fin. Al final logramos que el entrenador cumpliera su promesa y nos dejara la pista que teníamos reservadas, y comenzó el duelo de titanes. Bastante nos costó durar más de 5 golpes seguidos sin que la pelota acabara en la red o casi en la carretera, pero al final conseguimos casi acabar un set, quedando en un ajustado 5-4 a mi favor (Juls, soy consciente que tarde o temprano llegará la revancha).

Al día siguiente la dificultad de mover los brazos y las piernas empezó a revelarse nada más intentar salir de la cama, y un leve dolor en los abdominales apuntaba que hacía mucho que nuestro cuerpo no se movía lo suficiente (el Tajumulco quedaba demasiado atrás). Pero dicen que el mejor remedio para las agujetas es más ejercicio y, ¿qué mejor ejercicio que una – mini – maratón?. El tribunal de Femicidio cumplía un año, por lo que decidieron organizar una maratón en contra de la violencia contra la mujer, maratón a la cual no dudamos ni un segundo en apuntarnos, del mismo modo que Coral no dudó ni un segundo en fiarse de nuestra buena fe y aceptó sin problema alguno acudir a tal evento deportivo vestida en corte y güipil (ropas típicas mayas, imaginaos el panorama). Tuvo suerte de que sus compañeros le dijeran la verdad momentos antes de salir de casa, nosotras no íbamos a ser tan benévolas. Quizás el arrepentimiento empezó cuando al llegar a la línea de salida lo primero que nos encontramos fue un grupo de 50 jóvenes uniformados con una camiseta rotulada con la palabra “Academia” a la espalda, con unos gemelos que triplicaban los nuestros, con el pelo cortado de la misma forma como si de un grupo de cabezas rapadas se tratara y con gritos de guerra propios (aunque, según mi humilde opinión, bastante mejorables). La loca academia de policía iba a ser nuestro principal contrincante en la carrera, pero sus pintas no tenían nada que ver con la de las películas, ya nos hubiera gustado. Pero eso no era todo, sino que detrás de toda esa multitud se encontraban varias personas más, bastante más esmirriadas pero con ropas que indicaban que eran profesionales del atletismo. La que se nos venía encima. Para intentar disimular nuestra ineptitud nos pusimos a imitar al resto de participantes y empezamos a hacer todos los estiramientos que se nos ocurrieron en el momento: brazos arriba, abajo, piernas arriba, piernas abajo. Ahí creo que ganamos un poco de credibilidad, o por lo menos eso espero.

Empieza la carrera. La teoría decía que los primeros kilómetros tenían que ser todos juntos y despacito, pero nuestros contrincantes hicieron caso omiso a las instrucciones dadas por los organizadores y empezaron dándolo todo desde el minuto 1. Manu, Kedila y yo intentamos seguir el ritmo de los demás y nos adelantamos, dejando atrás a Julia, Coral y Rosina, que ya advirtieron que no dudarían en irse a tomar un café si la cosa se complicaba. Pero no pasó mucho rato cuando Manu y yo nos dimos cuenta de que iba a ser imposible seguirle el ritmo a la incansable Kedila, por lo que optamos por disminuir un poco la marcha y alejarnos un poco del pelotón. Pero los casi 2.000m de altura de Huehue y la falta de entrenamiento hicieron que, a pesar de los esfuerzos de varios policías por animarme a seguir, tuviera que rendirme 1km antes de la meta. ¿Dónde fueron a parar todas las vueltas de atletismo durante las épocas de pretemporadas? Qué facilidad tiene mi cuerpo para olvidar todo eso, igual es una de las consecuencias de pertenecer al ya mencionado club de los petaos, no se puede tener todo en esta vida. Mi sorpresa fue cuando al llegar andando me encontré a una relajada Julia sin una gota de sudor en la frente. ¡Había sido la primera en llegar a la meta! El DIR había dado sus frutos, pensé. Pero su explicación del transcurso de la carrera no decía lo mismo. Resulta que a los 500m de la salida sus compañeras de cola Coral y Rosina decidieron que ya tenían suficiente, por lo que se pararon dejando a Julia a su suerte en medio de la gran metrópoli. El tráfico ya no paraba por ella, y el pelotón ya llevaba demasiada ventaja, por lo que no es raro que Juls se perdiera en medio del caos huehueteco y decidiera dirigirse directamente a la meta por la vía rápida. Ahí estábamos las dos, con toda nuestra confianza puesta en Kedila y Manu. El pisito del amor 2.0 va a tener que ponerse las pilas este año (Patt, toma nota). A los pocos minutos llegó un Manu que a penas podía con su alma, pero que realmente fue el único de nosotros en terminar la carrera, aunque fuera en las últimas posiciones (qué grande eres, Manué). En fin, resumiendo: la delegación española en Huehuetenango no va a pasar a la historia por su resistencia física, de eso no cabe ninguna duda. Y bueno, ahí va el segundo motivo de nuestras agujetas, que obviamente las acentuó notablemente, aunque no sería lo último de la semana. 

Llegó el viernes, por lo que nada más salir de la DEMI agarramos un microbús rumbo a Quiché, donde nos esperaban Tats, Pepe y una adorable familia a la que no fue difícil coger cariño en apenas una tarde. Y es que la familia Gómez Morales nos acogió de una manera increíble, y nos invitó a pasar las fiestas con ellos al más puro estilo chapín. Mercedes y las niñas no tardaron en ofrecernos la posibilidad de ir vestidas a la feria con el traje típico que la propia Mercedes cosía a mano día tras día. No podíamos negarnos ante tal invitación, por lo que nos dejamos llevar y a los pocos minutos nos encontrábamos debajo de una vestimenta de lo más peculiar. Con una falda hasta casi los tobillos y una camisa con toda clase de brillos y tonos de diferentes colores, empezó la sesión fotográfica con los diferentes miembros de la familia (que no eran pocos precisamente). La verdad es que era increíble la felicidad que se respiraba en esa casa llena de gente, y no pude evitar sentir morriña y pensar en toda la tropa de Garcías que estaban en ese mismo momento reunidos en la otra parte del mundo, seguramente desprendiendo la misma felicidad por estar todos juntos un verano más. Pero bueno, se hacía tarde y llegaba el momento de partir hacia la feria. La repentina lluvia nos obligó a quitarnos los trajes típicos que con tanta ilusión nos habíamos puesto y volver a ponerse tejanos y sudadera, mucho más apropiados para las callejuelas llenas de lodo (que no barro) que formaban la feria de Santa Cruz. La noche transcurrió entre futbolines y coches de choque como en nuestros tiempos mozos en las festes de poble. Si es que Quiché, al final resultó ser bastante “calidad”.

Parece que una de las características de los fines de semana esadinos es que se duerme poco, por lo que éste no podía ser menos. Con tan sólo 4 horas de sueño a nuestras espaldas, y aunque Víctor y Robert aún sigan sin creérselo, a las 5 y pico am sonaba el primer despertador. Hora de levantarse. Por supuesto, otro microbús nos esperaba. Y así, Tats, Pepe, Julia y yo empezamos nuestro camino hasta Nebaj. Lo que en principio tenía que durar unos 45 minutos / 1 hora se convirtió en más de dos horas de curvas y baches. La imposibilidad de decir la verdad característica de los guatemaltecos nos pasó factura a todos, especialmente a los de Chiquimula y a Josep, a los que no les quedó otra que ponerse a tirar piedras a una botella en El Entronque / encontres / encuentros durante más de nuestra hora y pico de retraso. La desesperación acabó con la paciencia de Robert, cuyas llamadas eran más temidas que el monstruo de las galletas o que el hombre del saco, y cuya mente fantaseaba imaginando nuestra llegada mucho antes de lo que tocaba. Tras nuestro no buscado retraso, temíamos el momento del reencuentro, pero nuestros compañeros demostraron ser unos anfitriones impecables y no tardaron en sacar la prometida tortilla de patata que ya dábamos por perdida. Tengo que confesar que los trozos de cebolla que saltaban a la vista no fueron impedimento alguno para que devorara un buen pedazo y de que incluso repitiera (mami, no vas a reconocerme a la vuelta).

El bueno de Josep nos llevó a Nebaj, donde observamos cómo un caradura con más labia que Obama le vendía la moto a un grupo de personas que escuchaba atentamente cómo se debía beber el líquido del ojo de una vaca para sanar sus ojos (como sabréis, hombres y mujeres hay muchos en este mundo, igual que carros y animales… pero ojos, de ésos sólo tenemos dos, y hay que cuidarlos).  Después de semejante espectáculo, siguiendo los consejos de Rosa, nos fuimos a la Hacienda San Antonio, un lugar de lo más recomendable en medio de unas montañas que podrían ser perfectamente los Alpes suizos, donde la calma y la tranquilidad eran las principales protagonistas. Los paisajes de éste país no dejan de sorprendernos. Después de una comida que supo a gloria en pleno paraíso, después de una sobremesa donde la confianza rozaba niveles extremos, y siguiendo con el ritmo del resto de la semana, nos aventuramos a una excursión a caballo que propició la aparición de agujetas en lugares del cuerpo en los que aún no se habían manifestado. Los pobres de Chiquimula tuvieron que quedarse en tierra ante la falta de animales, pero ello no impidió que protagonizaran una imagen a lo BrokeBack Mountain, que ya han anunciado que enseñarán a sus patojos adoptados en unos años.

Llegó la noche, por lo que Josep, Víctor, Robert y Estuardo nos tuvieron que abandonar para dirigirse al nuevo destino de los chicos, por lo que nos apresuramos a sacar las cartas recién compradas y a comenzar la primera de varias partidas de Chinchón de la noche. Ya Lola nos había advertido a Juls y a mí de nuestra necesidad de controlar los vicios, cuánto saben éstos mayas. Dos partidas fueron suficientes para que nos rindiéramos ante una Julia que no paraba de meterse en el bolsillo los quetzales que salían uno tras otro de nuestras carteras y, tras ellas, llegó la hora de dormir.

Al día siguiente, vuelta a nuestros respectivos hogares. La verdad es que esta vez no vamos a tener tiempo de echar de menos a nuestros queridos compañeros de viaje, ya que este miércoles la familia Tommy se vuelve a juntar para emprender un viaje más largo de lo habitual por dos de los puntos más importantes de la geografía guatemalteca: ¡Tikal y Semuc Champey nos esperan! 

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