domingo, 28 de julio de 2013

Ron de la casa

¿Sabíais que si engancháis un guante de látex al extremo de una botella de plástico cortada en forma cilíndrica, y después la introducís en un recipiente con agua, el guante se hincha como un globo? Vale, tampoco es el experimento de vuestras vidas, pero ¿cómo os quedáis si así, por la cara, os piden desesperadamente la explicación científica a tal fascinante descubrimiento? A Palo y a mí, gente de letras, nos pilló un poco por sorpresa la cuestión; las niñas de la Asociación Ixmucané, que aún no habían hecho sus deberes para el viernes, reclamaban nuestra contribución. Yo me atreví con una explicación de lo más rudimentaria mientras Palo, iPhone en mano, trataba apresuradamente de disipar cualquier duda a base de Wikipedia. Al final, resultó que no andaba tan desencaminada, y las risueñas niñas se despidieron contentas con la faena feta. Nosotras, por nuestra parte, nos ganamos con nuestra visita un buen trozo de un espectacular bizcocho.

Tras la visita, acompañadas por unos reusencs cubiertos de pintura marrón hasta las cejas (el bricolaje no es lo suyo), fuimos a disfrutar de una buena cena en los jardines del restaurante Monte Alto, de cuyas pizzas y pasteles nos hemos vuelto fans incondicionales (que se lo digan a Manuel, que no dudó en pedir, con toda la naturalidad del mundo, un "pie" -pronunciado así, como se escribe- de manzana).

El viernes, después de ocupar toda la mañana en una intensa investigación sobre adjudicaciones de tierras, patrimonios agrarios familiares y costumbres matrimoniales indígenas, pusimos rumbo a Panajachel, a orillas del Lago Atitlán. El trayecto no tiene desperdicio:

Chicken bus nº 1, Huehue-Cuatro Caminos: lo que creemos es una avería de vete-tú-a-saber-qué-tipo nos obliga a cambiar de autobús a mitad de camino, lo cual no habría supuesto ningún problema de no ser porque el autobús al que habíamos de cambiarnos (de ahora en adelante, chicken bus nº 2) superaba con muchas creces (pero que muchas creces) el aforo razonable. Con una nalga en el asiento y la otra suspendida en el aire, retomamos nuestra marcha hasta Cuatro Caminos en esa lata de sardinas con ruedas. Las curvas no resultan nada fáciles (nota: TODO el camino es una sucesión inexorable de curvas). En Cuatro Caminos nos esperaba un Víctor completamente abandonado a su suerte por su compañero de batallas, que decidió no acompañarnos en esta última aventura; ni el más peligroso de los asaltantes sería capaz de hacer a Víctor renunciar a su parte de protagonismo en este Blog y quedarse en casa.

Chicken bus nº 3, Cuatro Caminos-Los Encuentros: subimos, nos "acomodamos" y... "¡Pana-Pana-Pana-Pana-Pana!". Mecachis, hay un autobús directo. Nos asaltan las dudas, ¿cambiamos? ¡Cambiamos! Mochila para arriba, mochila para abajo, armamos un pequeño escándalo que tiene a todos los pasajeros pendientes de nuestros movimientos. Y eso es todo sobre el chicken bus nº 3.

Chicken bus nº 4, Cuatro Caminos-Panajachel: ¿os acordáis de que os contaba que los chicken buses viajan triplicando su capacidad? Bueno, pues éste, como mínimo, la quintuplicaba. Resultado: una buena hora de pie hasta poder colocar media nalga en algún asiento (no hace falta que describa el pollo -nunca mejor dicho- que se monta cada vez que algún pasajero desea bajar del autobús). Banda sonora: Danza Kuduro y reggaetón del duro a muchos decibelios. Conclusión: son risas, especialmente cuando nos da por matar las horas repasando capitales del mundo y provincias españolas (omitiré la burrada geográfica en que incurrió nuestro compañero porque sabemos que sus progenitores siguen este Blog).

Superado el chicken bus nº 4, por fin en Pana y dispuestos a explorar la noche gringoteca, nos reunimos con los demás en Mario's Rooms. Parecía que nuestros planes de sobrevolar el Lago en parapente a la mañana siguiente se iban a ver frustrados, confirmamos antes de cenar, pero guardábamos un as en la manga: ¡las tirolinas de la Reserva Natural de Atitlán! Somos gente previsora.

La noche transcurrió sin mayor acontecimiento que una redada policial llevada a cabo por cinco o seis carros de policías armados hasta los dientes, suceso que generó la más absoluta fascinación entre los asistentes al despliegue. Lo típico. Aparte de eso, nos dedicamos a degustar los clásicos "rones de la casa" por unos pocos quetzales al son de diversos géneros musicales. Iniciamos nuestra particular "Ruta del Bakalao" en un chiringuito con música en directo en el que Tats y yo nos sentimos en nuestra salsa, aplaudiendo a un gringo alcoholizado que sustituyó su copa por el micrófono y se atrevió con "Back in the USSR" y otros temas de los de Liverpool. A Ari, desesperada por escuchar "La Gasolina", no le estaba cundiendo nada el espectáculo, hasta que abandonamos el local por una pestilente discoteca -porcentaje de humedad del 99,9%- en la que sonaban los temazos de reggaetón más clásicos. Auténtico. Tras un mojito que parecía vychissoise de algas y varios ofrecimientos de diferentes drogas (cabe especificar que, curiosamente, siempre iban dirigidos a Pepe), nos fuimos a dormir; las tirolinas nos esperaban al día siguiente.

Reserva Natural Atitlán
Monos araña, mariposas de mil colores, un entrañable ser de especie indeterminada y las vistas más espectaculares, es lo que encuentra uno en la Reserva Natural Atitlán. Tirolina tras tirolina, parecíamos volar sobre la desbordante naturaleza, con el paradisíaco Lago Atitlán y sus volcanes siempre como telón de fondo. La cosa no se nos dio mal, aunque he de mencionar que, a la hora de frenar, unos tenían más arte que otros, por lo que no pudimos evitar protagonizar algún que otro aterrizaje forzoso (Palo: "Loco, se me ha olvidado frenar"). Para rematar la experiencia, fuimos sometidos, al final de recorrido, a unas complicadas pruebas al más puro estilo Indiana Jones para cruzar un pequeño riachuelo. De nuevo, aunque a todos nos costó nuestro sudor, a algunos les supuso un mayor esfuerzo que a otros (aún no me explico cómo consiguió salir Víctor del entramado de cuerdas y tablas de madera que le envolvía, manteniéndole suspendido en el aire, a cada paso que daba).

Entonces, directa desde El Salvador, llegó una Rosa con más kilómetros a las espaldas que Willy Fog y que, como era de esperar, acabó embaucándose para pasar la noche con nosotros en San Pedro La Laguna, al otro lado del Lago. Un breve trayecto en lancha más tarde (no, Palo no se mareó), nos tomábamos una cervecita en una terraza sobre el Lago, a la espera da que llegasen desde Xela los restantes miembros del equipo. Me van a perdonar mis compañeros si no dejo constancia de la ya clásica partida de "Culo" que se generó tras la llegada de los quetzaltecos, y es que no pude resistir ceder a una deliciosa power nap, escuchando al inigualable Boss, en una de las hamacas que colgaban delante de cada habitación de nuestro hotel. Los placeres de la vida.

Así es como llegamos a la inolvidable noche en San Pedro, que dio su pistoletazo de salida en el abarrotado Buddha Bar, en cuyos tres pisos debía de repartirse todo aquél que se encontrase en el pueblo ayer noche, pues en las calles no encontramos ni un alma. Ron de la casa, 10 quetzales. All in al cubalibre, pues; ni mojitos, ni vychissoise. Pero después de unas cuantas copas más y unos cuantos quetzales menos, el local cerró. La única preocupación que inquietó al personal entonces tiene un nombre: after party. Las indicaciones fueron claras: había que seguir a las masas gringas. Y así hicimos, a través de estrechos y sinuosos callejones oscuros y de campos de maíz que no eran de maíz. Y así llegamos a nuestro destino, un pequeño y acogedor patio de un hotel, adornado con lucecitas de colores y ambientado con música a mínimo volumen, en el que se volcó toda la clientela del Buddha Bar para rematar la noche. El resto de la misma fue un concierto de risas que casi nos han provocado agujetas. Si reír alarga la vida, después de ayer, somos inmortales.

La mañana de hoy la hemos ocupado en abandonarnos al relax más absoluto en el espectacular Hotel La Casa del Mundo. En el ambiente insuperable que crea su perfecto enclave en un acantilado con vistas a los volcanes, hemos tenido la oportunidad de refrescarnos en las aguas del Lago y de tomar el sol entre paradisíacos jardines. El broche inmejorable para un divertido fin de semana en una turística Guatemala a la que estamos poco acostumbrados. La vuelta a la rutina no va a ser nada fácil.

La Casa del Mundo

jueves, 25 de julio de 2013

#ánimoGalicia

Hoy ser gallega duele más que nunca, por lo que nos gustaría desde tan lejos transmitir todo nuestro ánimo y apoyo a todas las familias rotas por estre trágico y estremecedor accidente. 

También nos gustaría agradecer el esfuerzo de todas esas personas que se han visto obligadas a dejar su fiesta más importante para arrimar el hombro en estos momentos. Gracias a todas las personas que salieron de sus casas a altas horas de la noche para donar sangre en el hospital más cercano; gracias a los policías, bomberos y médicos; y gracias a todos los vecinos que han aportado su granito de arena ante este inesperado inicio de fiestas. Vuestra ayuda, de valor incalculable, es realmenfe admirable. Galicia, no va a ser nada fácil, pero te toca demostrar, una vez más, que eres fuerte y que eres capaz de salir adelante cuando la vida te juega una mala pasada. 

martes, 23 de julio de 2013

Resolución desfavorable

Salir de una audiencia tras escuchar al Juez dictar a viva voz una resolución desfavorable a la usuaria de la DEMI, provoca un torbellino de sentimientos que no es fácil describir. Así ha concluido nuestra primera visita al Juzgado de la Niñez de Huehue; aun después de un delicioso capuccino en Monte Alto y una refrescante Brahva en D' Carlo, el mal sabor de boca persiste. Y es que Guatemala no es todo aguas volcánicas y estimulantes escaladas.

Podría decirse que hoy hemos vivido una jornada de algún modo intensa en la DEMI. En algún momento entre tarea y tarea, ante unos atentos Palo, Manuel y servidora, Lucinda nos ha confiado algunos de sus sentimientos hacia la DEMI como institución y hacia la Justicia (o quizá debería decir Injusticia) en el país en general. Con cada una de sus palabras, crecía la admiración hacia una luchadora constante, de unos férreos principios y un inamovible código ético. A pesar de las dificultades que suponen una evidente falta de personal y la cooperación no siempre gratificante del resto de la institución, ella nunca ha desistido de su labor de apoyar a las señoras que acuden a la DEMI a diario. Sin embargo, como hemos tenido oportunidad de comprobar hoy, el buen hacer y el empeño no siempre son suficientes.

Con un tono algo irónico y casi como quien relata un cuento de hadas, el Juez ha procedido a dictar una sentencia que, con todos mis respetos hacia un profesional del Derecho que sabe mucho más que yo, nos ha parecido de lo más absurda. Cómo se las ha apañado para, con toda la naturalidad del mundo y adornando cada palabra como si de una homilía se tratase, arrebatar a una madre la custodia de su niño de siete años, lo desconocemos. Una madre con una historia espeluznante a las espaldas. Un niño que ha de criarse separado de sus hermanos y que no quiere saber nada de su madre. Lucinda ya nos había advertido de que no nos hiciéramos muchas ilusiones con este caso, pero es que resulta imposible no sentir una tristeza enorme ante tales situaciones.

Siento deprimir al lector con tan serias impresiones después del alegre relato sobre nuestras intrépidas aventuras volcánicas que precede, pero una también siente la necesidad de desahogar sus penas con el mundo. Ahora bien, como a mi madre le gusta que siempre concluyamos nuestras entradas de forma positiva, añadiré que hemos perdido la batalla pero no la guerra. En otras palabras, mañana a primera hora nos ponemos a trabajar la apelación.

Manuel y Palo a las puertas de la DEMI

lunes, 22 de julio de 2013

Rayando el sol


Guatemala es un país de grandes contrastes, y nuestros fines de semana no podrían ser menos. Esta vez decidimos dejar las chanclas y los bañadores para llenar la mochila con botas de montaña y polares Quechua  (aunque, al parecer, no los suficientes).

Pero no iré tan rápido, ya que el transcurso de esta última semana entre Cuchumatanes también es digno de mención. ¿Quién dijo que Huehue era aburrido? Aprovechando que el martes era fiesta, el plan del lunes de “ir a tomar algo, cenar y seguir tomando” resultó realmente apetecible (en realidad, quedó en tomar y seguir tomando) y no costó demasiado que Coral, Juls y yo nos volviéramos fans incondicionales del Tamarindo (en adelante, “Ta-mu-rico”). Así, entre risas, nachos y bebidas locales, los amores chapines y las expresiones guatemaltecas ocuparon buena parte de nuestra noche huehueteca. Pero la guinda del pastel fue despertarse al día siguiente con una oferta de tortilla de patata para comer por el módico precio de una visita a Ixmucané. No podíamos negarnos, sonaba demasiado bien. La verdad es que estos chicos de Reus se lo montan muy bien, y nos deleitaron con un manjar typical Spanish, con revuelto de patata y huevo incluido (sí, la tortilla de patata tendrá que esperar). El resto de la tarde transcurrió entre norias de los años 70, algún mareo que otro (mamá, esta vez no fui yo), mazorcas de maíz y todo tipo de comidas típicas. La feria había llegado, y ahí estábamos nosotros para ver cómo se viven las fiestas aquí.

Feria de Huehuetenango


La vuelta al trabajo el miércoles fue un poco dura después de esta especie de finde largo, pero por suerte el jueves volvíamos a lanzarnos a la carretera, con una mochila bien cargada y muchas experiencias que vivir. Primer destino: Ciudad de Guatemala. La capital resultó ser el lugar de reencuentro con el resto de recién graduados juristas esadinos, y el motivo de tan esperado reencuentro no puede ser más particular. Y es que la DEMI cumplía 14 años, por lo que ahí nos fuimos todos desde nuestros respectivos destinos para celebrarlo al puro estilo maya. Bajo un sol que a algunos les pasó factura nos disponíamos a asistir a un ritual maya con todos los integrantes de la Defensoría de la Mujer Indígena. Me gustaría omitir el dato de mi participación en el acto, pero sé que a todos les gusta recordar el momento “Paloma a la bbq”. Desde aquí agradecemos a la DEMI darnos la oportunidad de asistir a un acto tan importante, y ya tenemos una historia más que contar a nuestros hijos. Una vez acabado el acto, y sin ser del todo conscientes de la ciudad en la que nos encontrábamos, nos abalanzamos  como si no hubiera mañana a una palangana rumbo a la sede central (no preocuparse, nos cubríamos las espaldas los unos a los otros como auténticos compañeros). ¡Cómo nos gusta esto de la palangana!


Tajumulco
Y bueno… con el fin de semana llegó lo que el bueno de Víctor llevaba organizando toda la semana: ¡el punto más alto de América Central nos esperaba! Seguro que nadie daba un duro por nosotros, pero es que, modestia a parte, somos una familia de auténticos campeones. Tras una noche en Xela cantándole el cumpleaños feliz a Robert, a las 6 am del sábado sonaban los primeros despertadores, y de las diferentes habitaciones de Los Chocoyos empezaba a salir gente con pintas dignas de enmarcar y enviar a todos los procesos de selección habidos y por haber. Eso sí, todos con ganas de darle gas al Tajumulco (vaya panda de motivados estamos hechos). Pero nuestro estado de motivación rozó la desolación al llegar al punto de encuentro y descubrir que el grupo de gringos que nos acompañaba iba altamente más preparado que nosotros, y que, además de los 4 litros de agua por persona, había una buena montaña de sacos de dormir y de esterillas que cargar a las espaldas (o, en su defecto y echándole un poco de cara al asunto, en el bueno del burro/caballo que nos acompañaba). En serio, ¿dónde creíamos que íbamos?A los pocos minutos de empezar a caminar empezaron las primeras apuestas: ¿de qué boca saldría el primer “quién me mandaría a mí”?. La cosa estaba entre los fumadores - Gabi (en adelante, a petición de Alcón, La navajas) y Pepe - que nos sorprendieron a todos ocupando siempre las primeras posiciones de llegada (qué tíos, creo que vamos a empezar a fumar todos). El primer día de ascenso puede resumirse en 3 fases bien diferenciadas (no, no son la euforia, la desolación y la solidaridad): al principio los 3.000m de altitud fueron nuestro mayor problema y preocupación, pero a medida que nuestros pulmones y nuestro demacrado organismo (para posibles extractores de órganos, recalco lo de demacrado) se iba acostumbrando, las piernas empezaban a fallar. Y una vez todo empezaba a estar en orden, el frío, la lluvia (Raindrops keep falling on my head,) y nuestra poca preparación nos jugaron una mala pasada y las diferentes partes de nuestro cuerpo empezaron a dejar de responder como deberían. El campamento base parecía no llegar nunca, y el miedo a quedar atrapados en una peligrosa tormenta acechaba cada vez con más fuerza en nuestras cabezas. Pobres de nosotros. La niebla hacía que cada paso fuera una auténtica ruleta rusa, y nuestra preocupación por intentar no perder de vista al de delante cada vez era más intensa y desesperante. ¿Sobreviviríamos a semejante aventura? Vale sí, quizás esté exagerando un poco (o quizás algo más que un poco), pero el caso es que sobrevivimos a la primera lluvia, y pudimos montar el campamento en la zona prevista. Tras la mítica partida nocturna de asesino y varios ataques muy gratuitos por algunos de los que se hacen llamar compañeros, llegó la hora y, cual Lunnis, nos fuimos todos a dormir. La cima del Tajumulco nos esperaba.

Ojalá todo hubiera sido así de fácil, pero no. Tras varios intentos fallidos de conciliar el sueño, nos dimos cuenta que no somos tan aventureros como creíamos y de que la esterilla, la tienda de campaña, la lona, los ladridos de Taju (nuestra mascota de fin de semana) y el frío polar no era lo nuestro. Menos mal que Víctor, que me pareció entender que había estado de intercambio en Nueva Zelanda, estaba ahí para ofrecer jerséis a quien los necesitara, puesto que el calor humano de las pequeñas tiendas de campaña resultó no ser suficiente. 

4 am: Eduardo empieza a gritar que es hora de despertarse. Objetivo: un amanecer en lo más alto. El frío del día anterior no era nada en comparación con lo que se nos venía encima. Más de uno, siguiendo los sabios consejos de La Navajas, y a falta de guantes de 15 quetzales, optaron por crear sus propias manoplas usando los calcetines más gordos que quedaban entre sus pertenencias. Apuntad, guionistas de “El último superviviente”. Pero, como siempre, todo esfuerzo tiene su recompensa, y los primeros en llegar a la cima pudimos gozar de unas vistas realmente privilegiadas: a un lado Chiapas (México), al otro el volcán Tacaná, y todo centro américa a nuestros pies. Éramos los reyes del mundo.



martes, 16 de julio de 2013

Asufre

Por unanimidad absoluta, Asufre fue escogido, a horas algo intempestivas de la noche, como el título que habría de introducir esta publicación sobre nuestra breve estancia en Quetzaltenango, comúnmente conocida como Xela. ¿El motivo de tal exótica elección? Será revelado más adelante. Antes, procede actualizar al personal sobre los últimos días de curro en Huehue.

A grandes rasgos, el final de la semana transcurrió de forma perfectamente ordinaria, ocupadas entre llamadas, expedientes y el comienzo de una investigación bastante Erin-Brockovichiana. Pero sí tuvo lugar un suceso de merecida mención. ¡Por fin tuvimos el placer de comer en el famoso Pollo Campero! Sí, pero no me refería a eso, sino a nuestra pequeña experiencia en las Fiestas Julias de Huehue, que han dejado la ciudad patas arriba estos días. Y es que no sabíamos lo que nos esperaba al ocurrírsenos acompañar a Lola a una feria de comida que se organizó en el Parque Central el viernes. Una multitud totalmente digna de un concierto de los Stones se apretujaba entre decenas de puestos de todo tipo de platillos típicos procedentes de las comunidades y los pueblos de los alrededores, tratando de comer y avanzar a través de la masa humana al mismo tiempo, envuelta en humaredas que brotaban de aquí y allá y aliñada con un auténtico festival de olores. El calor era sofocante. Montañas de maníes, enormes ollas de caldo acechadas por moscas hambrientas, distintas carnes asándose a la brasa, mazorcas de maíz humeantes, algún tamal que otro, variadísimas frutas y verduras, helados prácticamente derretidos…, y bolsas y bolsas de plástico en las que vendían hasta el agua. Si no fuera porque Palo sobresale aproximadamente unas tres cabezas sobre los locales más altos, creo que aún estaría buscándola entre el gentío. Pero la historia no acaba aquí. Lo memorable del asunto es que, de un momento para otro, la susodicha empezó a cambiar de color… La cara se le volvió de un verde blanquecino, ante lo que declaró que estaba a punto de desmayarse. Crisis total.

Pero que nadie se alarme. Palo sobrevivió, y antes de las seis de la mañana del día siguiente estábamos disfrutando [insértese ironía aquí] de nuestra primera experiencia en chicken bus. Para quien no esté al tanto del medio de transporte más utilizado del país, se trata de antiguos y destartalados autobuses de instituto americano, tuneados en mayor o menor medida, que recorren Guatemala de norte a sur y de este a oeste transportando a todos los insensatos que, por unos pocos quetzales, se atreven a arriesgar su vida en cada curva. Sí, fans de la fórmula 1, éste es vuestro nuevo deporte favorito. ¡Ah! Me olvidaba de mencionar que también suelen viajar triplicando su capacidad. Todo por el confort del viajero. Y así fue como salvamos la distancia entre Huehue y Xela en poco más de dos horas, mientras nos amenizaban lo último de Dj Coco (“el creador de los boleritos mix en vidéo”) y los continuos “¡Xela-Xela-Xela-Xela!” a posibles interesados en el trayecto.

Una vez allá y reunidos con los demás, que nos pusieron rápidamente al corriente de las últimas novedades en sus vidas en tierra chapina, pusimos rumbo a las turísticas Fuentes Georginas como si de una nueva secuela de “A Todo Gas” se tratase. Montaña arriba, curva tras curva, el conductor de la minivan nos demostró que la conducción temeraria es lo que se lleva por acá. También sobrevivimos, y poco rato después tratábamos de resistir más de dos segundos seguidos sumergidos en las ardientes aguas volcánicas de las Fuentes Georginas. Al final, nos acabamos acostumbrando, aunque después del pertinente book fotográfico, tanto asufre sobre nuestra piel nos terminó por agobiar, no sin antes dejarnos algo k.o. entre ese humo místico (así lo describió Víctor) que emanaba de las piscinas. Sí, aquí es donde entra en juego el famoso asufre, un tufillo volcánico que habría de acompañarnos a todas partes hasta el domingo por la mañana. La explicación, más adelante. Después, se nos ocurrió adentrarnos a investigar en aquel paraje selvático invadido por una espesísima niebla (nuestras fotos al más puro estilo explorador intrépido serán la envidia de la familia Hilfiger), lo que nos ocasionó a las chicas un extraño cansancio sobrehumano que llevó a Robert a plantearse nuestra idoneidad para escalar un volcán el fin de semana que viene. Pero con las lenguas fuera y al borde del infarto, volvimos a sobrevivir.

Tocaba reponer fuerzas en Don Rodrigo. Así hicimos, para después atrincherarnos en Los Chocoyos a salvo de una lluvia monzónica que duró el resto de la tarde. Mientras unos dormían la siesta, otros nos apalancábamos en el sofá acompañados de la adorable gatita Pluma. Luego, entre cabezadas, tratábamos de identificar la canción que se reproducía una y otra vez en la clase de baile que estaba teniendo lugar a nuestro lado. Broken-Hearted Girl, de Beyoncé, ñoñería musical a la que todos hemos acabado viciados (Broken-Hearted Girl, Beyoncé). Entre deliciosos bagels con chocolate y aplausos a los niños de la clase de baile, de los que nos convertimos en auténticos fans, se nos hizo de noche. El momento crítico de la tarde llegó cuando un malhumorado Víctor, recién levantado de la siesta, nos comunicó que no había agua para ducharse. Al parecer, la bomba se había descompuesto y no se volvería a componer hasta el día siguiente (no, tampoco lo entendimos). Y así fue como el asufre permaneció entre nosotros durante un buen número de horas más.

Y con el ya clásico tufillo a asufre incrustado en la piel, salimos a cenar. Nos dimos a la bebida y al juego en un par de bares en los que Gabi ya conocía a todo el personal. Enzarzados en una intensa partida de “Culo”, Palo y Robert se intercambiaban la presidencia mientras María trataba desesperadamente de salir de su condición de “culo” mediante cualquier vil artimaña. A mí, personalmente, se me dio fatal la noche. En el póquer posterior, fui desplumada con facilidad por una Palo en racha, que se forró a nuestra costa. Me siguió Robert. Después de Gabi y de María, Víctor y Palo pusieron fin a la timba de forma amistosa y equitativa. Habrá venganza, preparad vuestros quetzales.

A punto estábamos de abandonar el local, ya cerrado desde hacía rato (los contactos de Gabi nos habían permitido permanecer en el interior, tomando tranquilamente), cuando se generó tras las persianas bajadas un violento “pleito” entre travestis, lo cual nos obligó a permanecer en silencio durante un buen rato ante la inminente llegada de la policía. Después de escuchar unos cuantos gritos y empujones, salimos disimuladamente por la puerta de atrás de vuelta a Los Chocoyos. Bienvenidos a la noche guatemalteca.

Y, tras un buen rato arreglando el mundo apretujados en la habitación-cabaña de María y de inventar unos cuantos nuevos vocablos (“me la torla” ha pasado a sustituir a “me la torra”), apestando aún a asufre, caímos rendidos.

Esta mañana, había vuelto el agua, pero se había ido la luz, lo cual está empezando a convertirse en costumbre últimamente. Hemos desayunado como campeones después de las anheladas duchas, aunque los nombres de los platos en la carta nos han jugado alguna que otra pasada. Tras el abundante desayuno, hemos salido a estirar las piernas un rato alrededor del Parque Central, entre perros con rastas y algún individuo pasando la “goma” sobre la acera. Típica estampa de domingo.

Otro infernal chicken bus y ya estamos de vuelta en Huehue después de un divertido fin de semana apestando a asufre. Sólo se me ocurre una cosa: “son risas”.

P.D.: en Huehue, es Internet lo que no funciona, por lo que tendremos que actualizar nuestras memorias con un día de retraso. Si hemos sobrevivido al asufre sin ducharnos, seguro que también podemos sobrevivir una noche sin Internet.
P.D. 2: dos días de retraso. Acá las reparaciones se las toman con la calma más absoluta. La supervivencia ha sido dura. Cambio y corto.

miércoles, 10 de julio de 2013

Papel y lápiz

Ya ha pasado un día y seguimos sin entender muy bien lo sucedido ayer (espero que este tono un poco dramático haya captado vuestra atención). Quizás sea consecuencia de mi amor incondicional a The Walking Dead, pero cada vez que intento imaginarme qué pasaría si se fuera la luz de toda una ciudad española durante medio día el resultado es lo más parecido a un apocalipsis zombie: caos en las calles por la falta de semáforos; jóvenes al borde del suicidio a falta de whatsapp, facebook o instagram; la bolsa descendiendo hasta niveles insospechados; tiendas cerradas a cal y canto; fábricas paralizadas; y, como no, sinvergüenzas aprovechándose de la situación. Realmente, si le echáis un poco de imaginación, no es tan distinto. Pues resulta que en Huehue no sólo el tiempo transcurre de forma distinta, sino también la vida en todas sus facetas. La electricidad permaneció cortada 12 horas, desde las 6 de la mañana hasta las 6 de la noche y acá la vida seguía su curso con total normalidad. Nosotras, intentando hacer ver que la situación nos parecía de lo más corriente, nos olvidamos de las computadoras, sacamos papel y lápiz y empezamos a trabajar. 

Por suerte para nosotras (puesto que, a diferencia del resto de Huehuetecos, sí supuso un pequeño trauma) hoy ha sido un día sin incidente alguno. De hecho, ha sido un día realmente apasionante puesto que hemos visitado por primera vez el Juzgado de lo Penal (aunque algo me dice que no va a ser la última). La visita no ha sido nada del otro mundo, pero sí la media hora previa y la media hora posterior, eso es lo que realmente ha valido la pena. Acompañábamos a una mujer de las que acuden a la DEMI, una mujer que, haciendo un gran esfuerzo por hablar español, nos ha dado una conversación que estoy segura que vamos a recordar con mucho cariño. No puedo evitar pensar en su cara de sorpresa y asombro al explicarle que en España no se cargan los bebés a la espalda tal y como estaba haciendo ella (ya hemos aprendido que la tela con que los atan se llama rebozo - o reboza, aún no lo tengo demasiado claro), sino que existen una especie de cestas con ruedas que permiten transportar a los niños sin mayor esfuerzo. Pero lo pienso, y su reacción no resulta de extrañar en una ciudad en la que los policías se apuntan las matrículas de los coches en la palma de la mano como si de una chuleta de instituto se tratara; en una ciudad donde las aceras tienen una altura que suponen problemas incluso para mis largas piernas; en una ciudad donde las palanganas de los coches van más llenas que las embarcaciones que llegan a las costas de nuestro país; o en una ciudad donde el silencio es interrumpido por camionetas con cuatro altavoces haciendo sonar por todo lo alto viejos hits como el Danza Kuduro (momento en el cual, Juls y yo no podemos evitar sacar una sonrisa, por los viejos tiempos). Aquí todo es distinto, nada es comparable, es el gran encanto de este país y de esta ciudad. Y es que, queridos amigos, Huehue, aunque de un modo diferente a Sevilla, también tiene un color especial. 

Una vez terminada la visita, volvimos a la DEMI a seguir con los montones de expedientes acumulados en nuestras mesas. Tras varias llamadas telefónicas Juls se ha dado cuenta que las múltiples comunidades lingüísticas de la zona no encajan con nuestro español ni con nuestra jerga, y poco tiempo después la he sorprendido manteniendo conversaciones propias de una auténtica guatemalteca, muy dentro del mundillo y muy familiarizada con expresiones como "no tenga pena" o un simple "bueeeeno". Poco a poco.

Pero tras un duro día de trabajo, llegó nuestra recompensa: una magnífica cena en "Al Pomodoro" con Rosa, con nuestro nuevo compi de trabajo, y sus compañeras. Sí, se me había olvidado mencionar a Manu, un chico de Reus también estudiante de Derecho que nos acompañará dos días a la semana en nuestro trabajo en la DEMI. Quién nos iba a decir que encontraríamos en Guatemala a tres chicos españoles con una buena lista de amigos en común. La verdad es que ha sido una alegría. Pero bueno, tampoco nos sorprende demasiado, puesto que, al fin y al cabo, el mundo es un pañuelo y esto pinta cada vez mejor. 



lunes, 8 de julio de 2013

¡Comienza la faena!


A las 7.25 de la mañana, un festival de despertadores nos ha sacado de la cama en medio de la más absoluta luz del día. No, en Guatemala no existen las persianas; después del jamón serrano, creo que es lo que más se echa en falta fuera de casa. Ya en pie, Doña Lola Juan, la encantadora Delegada Regional en la DEMI de Huehue, nos asegura en una llamada telefónica que vendrá a por nosotras a eso de las 8.30. Aproximadamente dos horas después de la hora prevista, Lola, ataviada con la colorida vestimenta típica del lugar, ha aparecido por la Chacra. "Acá", el tiempo transcurre de forma distinta. Estábamos prevenidas.

La DEMI es un modesto despachito de dos plantas, muy lejos de las lujosas oficinas a que nuestras prácticas y trabajos finales de Grado nos tienen acostumbrados. Cuenta con "computadoras" y escritorios, sí, y la verdad es que no está nada mal, pero siempre hay que recordar detalles como que la luz se corta repentinamente, provocando la pérdida de todo trabajo cuanto puedas haber avanzado desde el último "guardar" (sí, obviamente, nos ha ocurrido, muy a nuestro pesar). Pero el trabajo que se lleva a cabo entre esas no tan blancas paredes es de un valor incalculable. Lola nos ha recordado la responsabilidad y el compromiso que asumimos para con las mujeres indígenas que recurren a la DEMI en busca de la restitución de sus derechos vulnerados, y es que los casos que llegan a ella no son moco de pavo, como quien dice. Lucinda, la abogada responsable de los mismos y nuestra jefa, no ha vacilado en hacer hincapié, por ejemplo, en que la edad media de las víctimas de violaciones ronda los 13 años. Pelos de punta. Por la tarde, hemos podido escuchar cómo una mujer describía a Lucinda, entre algún que otro llanto, los hechos terribles contra los que pretende accionar. De nuevo, pelos de punta. La penosa situación de las mujeres indígenas en este país no hace sino despertar de forma inmediata nuestras ganas de trabajar y arrimar nuestro hombro en la lucha contra semejante injusticia. 

Y así ha sido. Enseguida, Lucinda nos ha puesto a organizar las montañas y montañas de expedientes de casos cerrados que se han ido acumulando en la DEMI durante los últimos meses. Una espeluznante Sierra de los Cuchumatanes. Además, ya tenemos algunos casos abiertos sobre la mesa en los que empezar a trabajar. La cosa promete, se desprende de las explicaciones de Lola y Lucinda.  

Más allá de la DEMI, nuestra experiencia con la gastronomía guatemalteca también va progresando. Somos particularmente fans de los jugos y licuados de frutas (mamá, no sufras, se utiliza agua embotellada) y, aunque a Palo aún le preocupa descubrir pimiento y cebolla hasta en la sopa, casi llora de la emoción al encontrar en el supermercado huevos Kinder, cereales de Nesquik y otros componentes de su nutritiva y equilibrada dieta mediterránea. 

Con las memorias de Huehuetenango del día de hoy, concluimos la jornada (en realidad, Palo ha cedido al sueño hace algunos minutos; ya no le quedaban más telenovelas por ver). Seguiremos retransmitiendo. So far, so good!

P.D.: No os perdáis el detalle de la foto de nuestra roommate. Nada como descorrer las cortinas y toparse con una vaca tras la ventana. Bueno, en Barcelona, eran jabalís.

domingo, 7 de julio de 2013

Primeras impresiones




Sin ser del todo conscientes, después de 8 horas y media Madrid-Miami, 4 horas de espera, 3 horas más de retraso, y casi 3 horas Miami-Ciudad de Guatemala… ¡estamos aquí!. Y es que resulta que la aventura guatemalteca empezó con un “problema técnico” en Miami que no pudo solucionar el “prosedimiento” llevado a cabo por los técnicos americanos. Resultado: 2 horas en un avión paradas dando cabezaditas y cambio de avión. Tengo que reconocer que no me importó demasiado cuando descubrimos delante de la nueva puerta de embarque un restaurante en el que pude tomar una cheeseburger con bacon, lechuga y tomate (¡volvíamos a estar en América!). Con semejante manjar entre manos y pisando suelo americano, no pudimos evitar recordar lo mucho que echamos de menos Estados Unidos, y nos sumergimos en nuestro típico momento “melan”, que pasó rápido y no fue demasiado traumático al pensar en lo que nos estaba esperando a escasas horas de viaje.

En Antigua nos reunimos con Rosa, Gabi, María, Robert y Víctor y pasamos un par de días muy buenos en lo que parecía Guatemala (el diluvio repentino de la tarde del sábado nos indicaba que, efectivamente, habíamos llegado). Antigua estaba llena de gente, mucho ambiente en sus calles durante el día y muchas ganas de pasarla bien por la noche, pero al poco rato de haber salido de la ciudad nos dimos cuenta de que Guatemala no era eso, que Guatemala tiene otra cara bien diferente, y que esa otra cara era nuestro verdadero destino los próximos meses. Eso sí, si algo tienen en común esas dos Guatemalas es su color. La mezcla de rojo, amarillo, naranja y todos sus derivados hicieron que quedara completamente enamorada de Antigua, y el verde, color predominante en nuestras 5 horas de camino a Huehue, hizo que el largo trayecto se hiciera mucho más fácil. Las casitas al borde de la carretera y los pequeños mercados de domingo, presentes a lo largo de casi todo el recorrido, estaban rodeados de paisajes realmente increíbles dignos de una postal de esas que te ponen los pelos de punta.

Después de varias horas de viaje y de muchas (repito, muchas) curvas, llegamos a Cuatro Caminos, donde cada uno de nosotros tomó un rumbo diferente: María y Gabi a Xela, Robert y Víctor a Santa María de Chiquimula, y Rosa, Julia y yo a Huehue. Y bueno, aquí estamos, tiradas en las camas de nuestra gran suite de La Chacra de Joel, un hotelito entrañable a 15 minutos del centro, a punto de irnos a dormir y con unas ganas inmensas de que sea mañana y de ver qué nos depara nuestro paso por la DEMI (para los no enterados, la Defensoría de la Mujer Indígena).

Las primeras impresiones han sido realmente buenas y nuestra facilidad para meter la pata con expresiones que aquí no están muy bien vistas va disminuyendo cada día... Creo que Guatemala  tiene mucho que enseñarnos. Esperemos que la euforia continúe y que la desolación, si tiene que llegar, se vaya lo antes posible.

¡Saludos desde una Guatemala aún por descubrir!